lunes, 10 de noviembre de 2008

¿hijos de la luna?


(...) De él recuerdo el brillo de la luna en esos ojos grises, como de lobo blanco aullando en la noche, brillantes como la luna llena, recuerdo su risa, su altura, como un gigante... “quisiera ser tan alto como la Luna, madre”...
Era periodista del Heraldo de Aragón en Zaragoza, todos los días dibujaba un chiste y una columna…, firmaba con el pseudónimo “Chas”... hago “chas” y aparezco a tu lado, dice la canción ochentera... más magia.
Su risa era mágica... llenaba toda la casa, cuando él estaba los sarampiones no picaban, los chichones no dolían, mis hermanos no me pellizcaban, nadie me robaba la merienda… que él mismo me preparaba... café con leche condensada y pan migado... ¿se debe dar café a una niña de seis años?...
Me hacía escuchar en su pick up los discos de la época, canciones de Glen Miller como si fueran nanas, y componía poemas lorquianos... “es medianoche, los caballos no quieren tirar del coche”...
Sí, era un hijo de la luna, tocado por su magia y su luz blanca. Pintor, fotógrafo, corresponsal de guerra, estuvo en el desembarco de Normandía, adelantado a su época... liberal, demócrata oculto en negros tiempos de torturas y castigos…
Su recuerdo perdura como una estela de esa luna que le embrujó... y, afortunadamente, nunca le convirtió en Lobo, pero sí en Mago, sacaba de su chistera ideas, frases, besos, sorpresas... luz... iluminó mi infancia como esa luna llena anaranjada de una noche de verano.