lunes, 10 de noviembre de 2008

Y si la Luna hablara...


(...) Sé que se me ha adorado. Desde que los seres humanos desarrollaron una chispa de consciencia, me identificaron con ella. Como un corazón de plata perfecta, brillaba en las tinieblas de la noche. Era la luz que nebulosamente sospechaban que reinaba en los más profundo de sus almas ciegas. Me había hundido en todas las oscuridades del universo. Allá donde las entidades ávidas acechan la menor chispa de consciencia, dimensiones de locura, de soledad absoluta, de delirio helado, de ese silencio doloroso que se llama Poesía, he reconocido que para ser tenía que ir ahí donde no estaba.
Caí en mí misma, cada vez más hondo. Me perdía descendiendo hacia ningún sitio, hasta que, al final, “Yo”, la oscura, dejé de ser. O mejor: era una concavidad infinita, una boca abierta que contenía toda la sed del mundo. Una vagina sin límites convertida en aspiración total. Entonces, en esta vacuidad, en esta ausencia de contornos, pude por fin reflejar la totalidad del mundo. Una luz ardiente que transformé en su reflejo frío, no la luz que engendra sino la que ilumina.
No insemino, sólo indico. Quien recibe mi luz conoce aquello que es, nada más. Es más que suficiente. Para convertirme en recepción total, tuve que negarme a dar. En la noche, cualquier forma rígida se ve aniquilada por mi luz, empezando por la razón. Bajo mi claridad, el ángel es ángel, la fiera es fiera, el loco es loco, el santo es santo. Soy el espejo universal, cada cual puede verse en mí.”

A. Jodorowsky, La vía del Tarot

¿hijos de la luna?


(...) De él recuerdo el brillo de la luna en esos ojos grises, como de lobo blanco aullando en la noche, brillantes como la luna llena, recuerdo su risa, su altura, como un gigante... “quisiera ser tan alto como la Luna, madre”...
Era periodista del Heraldo de Aragón en Zaragoza, todos los días dibujaba un chiste y una columna…, firmaba con el pseudónimo “Chas”... hago “chas” y aparezco a tu lado, dice la canción ochentera... más magia.
Su risa era mágica... llenaba toda la casa, cuando él estaba los sarampiones no picaban, los chichones no dolían, mis hermanos no me pellizcaban, nadie me robaba la merienda… que él mismo me preparaba... café con leche condensada y pan migado... ¿se debe dar café a una niña de seis años?...
Me hacía escuchar en su pick up los discos de la época, canciones de Glen Miller como si fueran nanas, y componía poemas lorquianos... “es medianoche, los caballos no quieren tirar del coche”...
Sí, era un hijo de la luna, tocado por su magia y su luz blanca. Pintor, fotógrafo, corresponsal de guerra, estuvo en el desembarco de Normandía, adelantado a su época... liberal, demócrata oculto en negros tiempos de torturas y castigos…
Su recuerdo perdura como una estela de esa luna que le embrujó... y, afortunadamente, nunca le convirtió en Lobo, pero sí en Mago, sacaba de su chistera ideas, frases, besos, sorpresas... luz... iluminó mi infancia como esa luna llena anaranjada de una noche de verano.

jueves, 9 de octubre de 2008

You will not be able to stay home, Brother
You will not be able to plug in, turn on and cop out.
You will not be able to lose yourself on skag and skip,
Skip out for beer during commercials,
Because the revolution will not be televised.

The revolution will not be televised.
The revolution will not be brought to you by Xerox
In 4 parts without commercial interruptions.
The revolution will not show you pictures of Nixon
blowing a bugle and leading a charge by John
Mitchell, General Abrams and Spiro Agnew to eat
hog maws confiscated from a Harlem sanctuary.
The revolution will not be televised.

The revolution will not be brought to you by the
Schaefer Award Theatre and will not star Natalie
Woods and Steve McQueen or Bullwinkle and Julia.
The revolution will not give your mouth sex appeal.
The revolution will not get rid of the nubs.
The revolution will not make you look five pounds
thinner, because the revolution will not be televised, Brother.

There will be no pictures of you and Willie May
pushing that shopping cart down the block on the dead run,
or trying to slide that color television into a stolen ambulance.
NBC will not be able predict the winner at 8:32
or report from 29 districts.
The revolution will not be televised.

There will be no pictures of pigs shooting down
brothers in the instant replay.
There will be no pictures of pigs shooting down
brothers in the instant replay.
There will be no pictures of Whitney Young being
run out of Harlem on a rail with a brand new process.
There will be no slow motion or still life of Roy
Wilkens strolling through Watts in a Red, Black and
Green liberation jumpsuit that he had been saving
For just the proper occasion.

Green Acres, The Beverly Hillbillies, and Hooterville
Junction will no longer be so damned relevant, and
women will not care if Dick finally gets down with
Jane on Search for Tomorrow because Black people
will be in the street looking for a brighter day.
The revolution will not be televised.

There will be no highlights on the eleven o'clock
news and no pictures of hairy armed women
liberationists and Jackie Onassis blowing her nose.
The theme song will not be written by Jim Webb,
Francis Scott Key, nor sung by Glen Campbell, Tom
Jones, Johnny Cash, Englebert Humperdink, or the Rare Earth.
The revolution will not be televised.

The revolution will not be right back after a message
bbout a white tornado, white lightning, or white people.
You will not have to worry about a dove in your
bedroom, a tiger in your tank, or the giant in your toilet bowl.
The revolution will not go better with Coke.
The revolution will not fight the germs that may cause bad breath.
The revolution will put you in the driver's seat.

The revolution will not be televised, will not be televised,
will not be televised, will not be televised.
The revolution will be no re-run brothers;
The revolution will be live.

Gil Scott-Heron, "The Revolution Will Not Be Televised"

miércoles, 10 de septiembre de 2008

AMPUTACIÓN DE CIUDAD

(...) Ella me ofreció todo lo que yo quería, el rescate de un futuro, el horizonte trasladado. Perfeccionamos una relación, aprendimos a deleitarnos, a pasear, a vivirnos con intensidad. Me sorprendía en cada esquina una emoción, una novedad, en cada barrio un universo por averiguar… Cada día era inesperado y la ciudad renacía en mi. Cuando llegó el momento de mudarme, me sentí reconfortado porque sabía que ella siempre estaría ahí persistente, enérgica, abundante para cada momento de mi vuelta. Una fuente de alegra intemporal.

Pero ahora que afronto esta operación quirúrgica, tengo un cúmulo de emociones y preguntas en mi mente. ¿No existe nada que pueda hacer?, ¿es realmente necesaria la intervención? La probabilidad de una amputación se ha convertido en una realidad; a veces me siento nostálgico por lo que estoy perdiendo. Pero la amputación significa darme una oportunidad para remover algo que está seriamente amenazando la felicidad. Es el momento de decir adiós a un órgano, una parte, un viejo amigo, que ya no es capaz de secundarme. Me cuentan que en muchos casos una amputación que es bien ejecutada, seguida de una buena adaptación protésica, da como resultado menos dolor y más funcionalidad para mí. Las úlceras que no sanan me están limitando una vida futura, en otro lugar sin recuerdos paralizantes, un presente de salud y fortaleza; la amputación es aceptar un paso hacia delante en el mejoramiento de la calidad de mi vida, de verdad una decisión que será muy positiva.

¿Cuánto de la ciudad será retirado de mi cerebro? No tengo claro lo que quedará aún en mi retina, en mi cabeza. Creo que sólo el tiempo lo dirá. Es importante no amputar todo completamente, también se necesitan referentes, después hay que ver cómo la herida cicatriza, que la amputación sane apropiadamente.

¿Qué puedo esperar una vez regrese a mi ciudad futura? Tras un viaje agotador en avión, cuando despierte y atraviese la frontera del aeropuerto, sentiré que aquella ciudad ya amputada todavía esta ahí, que la amputación no ha sido realizada. Este fenómeno es conocido como “sensación fantasma”. Algunos pacientes se sienten confusos y tristes; esta sensación sólo desaparece, como casi todo, con el tiempo.

Afrontando la cirugía en mi última visita a la ciudad. La amputación es la solución que me han aconsejado especialistas en mi enésima visita, como viajero, transeúnte, paseante o turista si se me permite. Volver a la ciudad pasada me ha hecho darme cuenta de que necesito amputarla para salvarme, para salvar el resto de mi cuerpo, el futuro que me queda, mi otra vida, las otras ciudades.

Después de la cirugía, el tubo de drenaje será retirado de la herida, empezaré a deshacer las maletas, a bajarme las fotos, a desplegar los regalos, los últimos recuerdos de ese trozo de mí, de mi cuerpo muerto. Mis amigos me visitarán, la familia se interesará por mi viaje. Comenzaré mi plan de rehabilitación, habituarme a otra ciudad, aquella donde ya vivía antes de la operación, una nueva ciudad, esperanza quizá. El vendaje debe ser cambiado diariamente; durante mi regreso debo hacer ejercicios para tratar de olvidar (no estoy seguro de conseguirlo.) Típicamente algunas personas amputadas sanan un poco más rápido; yo he sido siempre lento para las recuperaciones. Ya sé que darle vueltas no ayuda, aunque un mayor flujo sanguíneo equivale a una mejor circulación, lo cual conduce a una cicatrización más rápida.

¿Experimentaré dolor por mucho tiempo? Espero que sea menor del que estoy sintiendo en estos últimos días aquí. Las escenas del cine, donde los pacientes muerden una bala y se beben una botella de whisky para afrontar el dolor de una amputación, me pesan en la cabeza. Ya sé que son cosas de película pero me pongo así de aprensivo cuando pienso en mi vida sin la ciudad. Quizá estoy exagerando, existen prótesis que ni se notan, con las que incluso puedes llegar a realizar las mismas actividades que antes, sustitutos en definitiva de una felicidad pasada. Además con la falta de un sentido, otros se desarrollan. Ahora necesito ver la parte positiva. Esto ya me ha pasado otras veces y también a otra gente. Aunque dos pacientes y por consiguiente dos amputaciones nunca son exactamente iguales. Pero todo se va a solucionar; yo soy el que mejor comprende y conoce lo que me está sucediendo, me recuperaré, lo haré con la ayuda de cada uno de vosotros, allí, en mi próxima ciudad artificial y luminosa.

jueves, 10 de julio de 2008





lunes, 9 de junio de 2008

A DIVINA RESSACA


“Não se embriaguem, pois a bebida levará vocês à desgraça; mas encham-se do Espírito de Deus.”

- Efésios 5.18


A festa seguia. Jesus estava a um canto, com acne a cobrir-lhe parte da cara que não tinha barba. Ele era a Palavra. Ele era tímido.

Os noivos dançavam no meio da pista ao som de uma música típica do deserto. Os discípulos de Jesus dançavam e bebiam vinho. Maria, a Virgem, a Mãe de Jesus, conversava com outra mãe, excessivamente orgulhosa do seu pecado. “O meu filho está bem, graças a Deus, muito bem … Tem jeito para o negócio… E para as mulheres…”. Maria, a Virgem, sorriu: “O meu Jesus é um bom rapaz… Só é tímido… se calhar é por ser filho de Deus…”. A outra mãe, conhecida por Maria, mas não virgem, respondeu quase como se a resposta de Maria, a Virgem, não tivesse importância: “O pai do meu David nunca quis que ele fosse um rapaz tímido. Queria que ele fosse extrovertido, desenrascado e tivesse vitalidade, por isso levava sempre o meu David para sair com ele e conhecer gente…”. Maria, a Virgem, responde-lhe com um tímido sorriso, quase tão tímido como o seu filho. “Quê? O pai do teu Jesus não fazia o mesmo?”, questiona Maria, a pecadora, fingindo surpresa pois a verdade era que naqueles tempos, era habitual os pais afastarem-se dos filhos. “O Pai do meu Filho… é, digamos, uma pessoa bastante ocupada…” diz Maria, a Virgem, conformada.

“Pobre… e não tem tempo para o teu filho… um pai ausente…”. “A compaixão fica mal a uma pecadora”, pensou Maria, a Virgem, “tão mal como o vestido branco que usa”.Maria, a Virgem, inspira muito pausadamente e responde: “o problema do Pai dele é que tem muitos filhos e tem de estar em todo o lado ao mesmo tempo…”.

Jesus, que neste momento teria os seus 17, 18 anos, mantinha-se calmo no canto da sala a observar o que se passava. Via Pedro a abusar do vinho e João a abusar de uma jovem; via Judas a falar com o Pai da noiva e Tomé a falar sozinho. “Porque me acompanha esta gente?” pensou Jesus. “Será que acreditam que sou mesmo o filho de Deus?”.

Na realidade, os doze acompanhavam Jesus porque este era bom carpinteiro, trabalhava bem com a madeira e isso era útil para pescadores com constantes problemas nas suas embarcações. Jesus reparava os barcos de graça e eles diziam e afirmavam que Jesus era o filho de Deus, que curava os doentes, que mostrava a Luz aos “cegos” e que era o Messias dos Judeus.

De repente, na festa, a música pára. As pessoas param. E o pai da noiva dá a triste notícia: “Acabou-se o vinho”. Jesus esboça um breve sorriso. “É desta”, pensa ele. A desilusão é enorme entre os convidados. Os músicos continuam a tocar, mas faltava a alegria para dançar e para se manterem… alegres… Maria, a Virgem, olha na direcção de Jesus e vê o pequeno e desprezível sorriso no canto da boca.

Maria, a Virgem, aproxima-se do seu imaculado Filho e olha-lhe nos olhos. O sorriso de Jesus agora era tranquilizador. “Sabes o que tens a fazer, não?”, perguntou-lhe a Maria, a Virgem. Jesus sorri, observa Pedro a tentar roubar umas gotas de vinho ao copo já vazio e responde: “Ainda não é o momento…”. A mãe impacienta-se. “Mas, filho…”. Jesus interrompe Maria, a Virgem, e diz-lhe: Tudo tem o seu tempo determinado, e há tempo para todo o propósito debaixo do céu. (Ec 3:1) “ Lá estás outra vez com essas frases que não convencem ninguém…”. Jesus voltou a sorrir: “Mãe querida, se soubesses o que eu sei…”. Maria, a Virgem, zangada volta costas ao filho e afasta-se dele. Jesus observa Pedro a cambalear pelo chão de caneca vazia e a rogar a Deus mais vinho. “É agora!”, pensou Jesus.

“Todo outro homem apresenta primeiro o vinho excelente, e, quando as pessoas ficam inebriadas, o inferior. Tu reservaste o vinho excelente até agora”

- João 2:9,10

No dia a seguir a festa, Jesus dormia no seu quarto tranquilamente. Agora, Ele é a Palavra. Ele é o Milagre.

Maria, a Virgem, preparava a comida com uma vontade divina reforçada pelo primeiro milagre do seu rebento. Enquanto temperava o cabrito com o último copo de vinho Espírito Santo, pensava na outra Maria, a pecadora, e sorria como uma criança feliz por ter um brinquedo melhor que as demais. Só um latido seco e brusco na porta da sua pequena casa podia interromper aquela feliz e tranquila manhã.

De repente, um latido seco e brusco na porta da pequena casa interrompe aquela feliz e tranquila manhã. Maria, a Virgem, assusta-se. Meia surpreendida, dirige-se a porta. Eram os 12 apóstolos, como agora são conhecidos.

Pedro olha humildemente Maria, a Virgem.

“Ele está?”. Maria, a Virgem, sorri e acena afirmativamente a cabeça. Pedro sorri. Os restantes, com as suas enormes olheiras e com suores apenas justificados pelo calor do deserto, e quiçá, pela ressaca, sorriem com ele.

Ámen.

Maria, a Virgem, fá-los entrar. Eles estão nervosos. Eles são os difusores da Palavra.

Jesus, com o alarido, acorda e dirige-se para a cozinha. Os 12 apóstolos ajoelham-se perante a Palavra. Perante o Milagre. Jesus olha-os com orgulho e ordena que todos se levantem.

“Senhor, Filho de Deus, do Amor e Pai de todos os Homens, dá-nos a graça do teu vinho, do Espírito Santo. Ele enche-nos a alma e o coração”. Apesar da aparente eloquência do discurso, Pedro estava nervoso e tremia. Jesus levanta os braços e sorri. “Meus fiéis seguidores, o Espírito Santo encontra-se na oração, no sacrifício e na Vontade de Deus, meu Pai, vosso Mestre. O Espírito Santo encontra-se em todo lado, mas só os iluminados o podem ver e sentir e desfrutar. Sigam a minha Palavra, sigam os meus ensinamentos e no Meu Reino, para lá do Sol e das Estrelas, o Espírito Santo existe eternamente, para vosso deleite”.

Os apóstolos, com as gargantas secas, gritaram: “Aleluia”!

Estes são os fundamentos. Estes são os motivos.

Sigamos a Palavra. Sigamos o Milagre.

One morning, as Gregor Samsa was waking up from anxious dreams, he discovered that he had a monstrous verminous hangover. He lay on his back and saw, as he lifted his head up a little, his body, still fully clothed in the garments he had worn the night before. Images of drinking at his friend's house and later in numerous bars in the town centre, flickered painfully before his eyes.

"What happened to me," he thought. It was no dream. As he thought these things over, without being able to make the decision to get out of bed—the alarm clock was indicating exactly quarter to ten—there was a cautious knock on the door by the head of the bed.

"Gregor," a voice called—it was his mother!—"it's quarter to ten. Don't you want to be on your way?"

He heard himself answer, "A slight indisposition, a dizzy spell, has prevented me from getting up. I'm still lying in bed right now. But I'm quite refreshed once again. I'm in the midst of getting out of bed. Just have patience for a short moment! Everything's alright. How suddenly this can overcome someone!"

Gregor's glance then turned to the window. The dreary weather—the rain drops were falling audibly down on the metal window ledge—made him quite melancholy. "Why don't I keep sleeping for a little while longer and forget all this foolishness," he thought. But this was entirely impractical, for he was still feeling slightly tipsy and the ensuing dizziness made it impossible to close his eyes without feeling a dull pain in the side of his head which was as strong as he had never felt it before.

He slid back again into his earlier position. "This getting up early," he thought, "makes a man quite idiotic. A man must have his sleep.